Rompiendo mitos y acompañando heridas: La psicología desde una perspectiva integradora


En una época donde la salud mental ocupa, por fin, un espacio más visible en la conversación pública, aún persisten dudas, estigmas y mitos sobre lo que realmente significa acudir a terapia y el papel que desempeña un psicólogo en el bienestar de las personas. En esta entrevista, conversamos con una profesional que ha construido su enfoque desde la integración del trauma, el apego y el autoconocimiento profundo, ofreciendo una mirada humana, ética y sensible sobre el proceso terapéutico.

A través de su experiencia, exploramos la realidad emocional del trabajo clínico, los retos que implica acompañar a otros sin perder los propios límites, el impacto de las redes sociales, la importancia de la educación emocional y las señales que indican cuándo es necesario buscar ayuda. Una conversación honesta y cercana que nos invita a comprender que la psicología no solo es herramienta de sanación, sino también un camino de transformación, consciencia y cuidado interior.

Podeís seguirla en su instagram: @psicologiaconreb

1. ¿Qué te motivó a estudiar Psicología y dedicarte a ayudar a otras personas?

Mi recorrido comenzó en Criminología, una formación que me aportó una mirada exterior sobre la conducta humana y sus mecanismos sociales. Pero pronto sentí que esa mirada se quedaba corta: quería profundizar en lo interno, lo invisible… aquello que muchas veces permanece oculto o no se nombra. Esa inquietud me llevó a estudiar Psicología.

Para mí, dedicarme a esto es unir ciencia, sensibilidad y compromiso: es acompañar de forma profesional a quien decide sanar, crecer, entenderse. Esa posibilidad de contribuir al bienestar emocional y mental me motiva cada día.

2. Desde tu experiencia, ¿cuáles son los principales mitos o malentendidos que existen sobre la psicología?

Creo que hay varios mitos importantes. Uno es pensar que la terapia es solo para personas con “problemas graves”, cuando en realidad puede ser útil para cualquier persona que quiera conocerse mejor, gestionar emociones, prevenir crisis o simplemente crecer. Otro mito es creer que la psicología va a dar “respuestas mágicas” o soluciones rápidas: la terapia no es un remedio instantáneo, sino un proceso de exploración, aprendizaje, conciencia y cambio. También existe la idea de que, si tienes amigos/familia, no necesitas un psicólogo, pero muchas veces lo que necesitamos justamente es un espacio neutro, profesional y sin juicios donde poder hablar y ser escuchados. Finalmente, hay miedo o estigma sobre la vulnerabilidad, como si pedir ayuda fuera de “débiles”, sin embargo, buscar apoyo es una señal de autoconocimiento, valentía y cuidado personal.

3. ¿Qué es lo más gratificante y lo más desafiante de tu trabajo como psicóloga?

Lo más gratificante de mi profesión es cuando, poco a poco, una persona comienza a conectar consigo misma: sus emociones, sus mecanismos internos, su historia. Ver cómo, a través del acompañamiento, logra abrir espacios de conciencia, empieza a mirar lo que hasta entonces quizá estaba oculto, encuentra nuevas perspectivas… Acompañar ese camino de crecimiento, sanación, descubrimiento, siendo facilitadora de un espacio seguro, empático y respetuoso.

Uno de los mayores desafíos es entender que cada paciente es un mundo. Esto implica encontrarte con personas que no siempre aceptan tus límites ni tu forma de trabajo, que rechazan las propuestas terapéuticas o que no valoran todo el esfuerzo que conlleva acompañar un proceso. Todo ello puede descolocar, confundir y ponerte a prueba. Por eso, resulta clave establecer y sostener esos límites, aprendiendo a gestionar tus propias emociones, a cuidar tu bienestar mental y a no llevarte todo ese peso a casa, sino a transformarlo en una oportunidad de aprendizaje a partir de cada experiencia.

Por otro lado, como profesional autónoma, también se suma el reto de la gestión administrativa, económica y organizativa de este tipo de proyectos. Son aspectos que no se abordan en la universidad y que, de repente, aparecen de frente en la práctica profesional.

4. ¿Cómo manejas emocionalmente escuchar los problemas de los demás sin que te afecten personalmente?

Creo que una parte clave es la autoconciencia: al trabajar en mi propio autoconocimiento, autorreflexión y autocrítica, me conozco a mí misma, sé mis límites, sé hasta dónde puedo implicarme. Eso me ayuda a mantener una postura profesional y empática sin confundir lo personal. Además, entiendo que no soy la salvadora, sino que ofrezco acompañamiento, sostén, herramientas y escucha, pero el proceso realmente depende del paciente. También valoro mucho la formación continua, la supervisión (cuando sea posible), cuidar mi salud emocional y darme espacios de desconexión. Es decir, compaginar la entrega y empatía con límites claros, conciencia, responsabilidad y autocuidado.

Aun así, en este tipo de profesiones es prácticamente imposible olvidarte por completo de tus pacientes una vez cierras la puerta del despacho. Aunque aprendes a gestionarlo mejor con el tiempo, sigue siendo algo que cuesta y que, en cierta manera, siempre estará presente. ¿Cómo se manifiesta? Por ejemplo, recuerdas cuando se acercan fechas importantes o momentos especialmente difíciles para cada paciente. También piensas en ellos después de una sesión en la que te han compartido que están atravesando de nuevo una situación complicada, o incluso en situaciones cotidianas, cuando ves algo y se te cruza por la mente: “¡Qué bien le vendría esto!”

En definitiva, es una de las partes más complejas de la profesión: se aprende a sobrellevar, pero nunca se elimina del todo. Porque, al fin y al cabo, existe un vínculo. Un vínculo único y distinto, que solo se comprende realmente cuando se vive desde dentro, ya sea como psicoterapeuta o como paciente.

5. ¿Qué habilidades crees que son esenciales para ser una buena psicóloga?

Para mí, las esenciales son:

 Empatía y sensibilidad para poder ponerse en el lugar del otro, comprender sin juzgar, acompañar con calidez.

 Autoconocimiento y autorreflexión para estar consciente de mis propias reacciones, gestionar mis límites, evitar trasladar mis cargas.

 Escucha activa y presencia, es decir, no solo oír, sino estar presente, prestar atención real, conectar desde el respeto.

 Flexibilidad y apertura, ya que cada persona es única y cada historia distinta; adaptar el enfoque terapéutico a sus necesidades.

 Honestidad, ética y profesionalidad para ofrecer un espacio seguro, responsable, con respeto y compromiso.

 Capacidad de acompañar procesos largos, puesto que la terapia no siempre es inmediata; requiere respaldo, paciencia, consistencia.

6. En los últimos años se ha hablado más sobre salud mental, pero ¿crees que aún hay tabú o estigma en acudir a terapia?

Sí, aunque en los últimos años la salud mental ha ganado mayor visibilidad, todavía persiste un estigma en torno a acudir a terapia. Muchas personas siguen asociándolo con la idea de tener un “problema grave” o lo interpretan como una señal de debilidad o vulnerabilidad.

Pero me preocupa también otro fenómeno: que a veces, en un intento de normalizar la salud mental, terminemos patologizando un poco cualquier malestar, autodiagnosticándonos o creyendo que ante la mínima molestia necesitamos un diagnóstico clínico. Esto puede confundir lo que es un proceso de malestar, duelo, estrés o cambio con una “patología” en sí misma.

Al mismo tiempo, observo que muchas veces la sociedad estigmatiza más ir a terapia que tomar medicación. Los psicofármacos suelen presentarse como una “solución rápida”, un parche para el malestar, incluso en situaciones donde quizá lo más adecuado sería un acompañamiento psicológico. Y ese uso excesivo de medicación, sobre todo cuando no hay una evaluación exhaustiva ni una combinación con terapia, tiene riesgos: efectos secundarios, dependencia, e incluso la posibilidad de que no se aborden realmente las causas subyacentes del sufrimiento.

Creo firmemente que la terapia psicológica, cuando se realiza con rigor, ética y profesionalidad, ofrece un espacio seguro de autoconocimiento, comprensión, crecimiento y cambio; no es un parche, sino un camino de transformación. Por eso, además de desmitificar el acudir al psicólogo, me parece importante fomentar una mirada crítica hacia la medicalización inmediata de la angustia o el malestar, así como educar sobre cuándo realmente tiene sentido la intervención farmacológica y cuándo merece más una intervención psicológica.

7. ¿Qué impacto crees que tienen las redes sociales en la salud mental de las personas hoy en día?

Las redes sociales tienen un doble impacto. Por un lado, pueden servir para visibilizar salud mental, ofrecer espacios de encuentro, hacer comunidad, conectar con recursos y apoyo. Por otro lado, pueden potenciar inseguridades, comparaciones, idealización, presión social, en definitiva, ir bajando nuestro autoconcepto, y, por ende, disminuir la autoestima. Porque lo que a veces se ve es una imagen editada de vidas “perfectas” y para algunas personas puede ser un reflejo continuo de lo que “debo ser” o “debería tener”, lo que puede generar conflicto interno. Por eso pienso que es importante aprender a relacionarnos de forma consciente con las redes, con autoconocimiento, límites y sentido crítico.

8. ¿Cómo podemos fomentar el autocuidado psicológico en nuestro día a día?

Las pequeñas acciones pueden marcar la diferencia: dedicar tiempo a vivir conscientemente, escuchar nuestras emociones, ser honestos con lo que sentimos, buscar espacios de reflexión. Practicar hábitos saludables: descanso, autocuidado físico, aficiones, contacto social real, expresarnos. Buscar espacios de apoyo cuando lo necesitemos, incluyendo terapia, si así lo decidimos. Fomentar la autoobservación, el autoconocimiento, permitirse vulnerabilidad... También cultivar relaciones sanas, comunicación abierta y honestidad emocional. Ser congruentes con nuestros valores… Es importante integrar el bienestar psicológico como parte de nuestra vida, no solo cuando “algo va mal”.

9. ¿Qué señales suelen indicar que alguien debería considerar acudir a terapia? Para responder a esta pregunta voy a aprovechar mi perspectiva de trabajo más enfocada en trauma y apego.

Hay diferentes señales que podrían indicar que lo que ocurre no es solo malestar puntual, sino que hay heridas, trauma o un sistema nervioso que no se está autorregulando bien; en esos casos, puede ser muy valioso acudir a terapia. Algunas de esas señales son:

 Respuestas emocionales intensas o desproporcionadas, por ejemplo, ansiedad, miedo, ira, tristeza recurrente, que se activan con estímulos que parecen “normales”. Esa hipersensibilidad puede indicar que el sistema nervioso sigue en modo de alerta.

 Dificultades para relajarte, insomnio, pesadillas, dificultades para dormir o despertar muy fatigado, aunque hayas “descansado”.

 Sensación de estar “siempre en guardia”, hipervigilancia, sobresaltos ante ruidos o estímulos mínimos, dificultad para sentir seguridad incluso en entornos aparentemente seguros.

 Problemas físicos recurrentes o crónicos sin causa médica clara: tensiones musculares (mandíbula, cuello, espalda), dolores de cabeza, molestias digestivas, fatiga persistente… muchas veces el trauma se almacena en el cuerpo.

 Dificultad en las relaciones: problemas para confiar, miedo a la intimidad, dificultades para establecer límites, miedo al rechazo, tendencia a evitar cercanía, relaciones inestables o con patrones repetitivos, lo que puede indicar heridas de apego, miedo, desconfianza interior.

 Sensación de desconexión: que quizás no reconoces bien tus emociones, te cuesta ponerles nombre, sentirte “desligadx” de tu cuerpo o emociones, a veces como si no fueras tú.

 Estancamiento: a pesar de tener “una vida normal”, sientes que no avanzas, que siempre reaccionas igual, que hay un malestar subyacente, un agotamiento emocional que no desaparece, sensaciones de vacío, culpa, vergüenza, baja autoestima, autocrítica persistente.

 Que haya pasado un hecho traumático ya sea reciente o en el pasado, y aunque “parezca superado”, aún sientes que algo te pesa: recuerdos intrusivos, emociones desbordadas, miedo, somatizaciones, dificultad para procesarlo… Todo eso podría indicar trauma no resuelto.

El cuerpo, las emociones o las relaciones muestran señales persistentes de dolor, malestar o desequilibrio más allá de crisis puntuales, y no solo es importante identificarlas, sino también atenderlas, porque son indicadoras de que puede haber trabajo terapéutico pendiente

10. ¿Qué papel juega la educación emocional en la prevención de trastornos mentales?

La educación emocional me parece fundamental, como comentábamos en la pregunta anterior, si no sabemos identificar qué nos ocurre algo, va a ser complicado dar el paso de atenderlo y resolverlo. Aprender a reconocer, nombrar, gestionar emociones desde la infancia o adolescencia, dotar a las personas de herramientas para entenderse y manejar sus vivencias emocionales es básico. Somos seres humanos que no sabemos cómo realmente funcionamos; me resulta paradójico. Y esto puede prevenir muchos conflictos, sufrimientos o trastornos en la adultez. Si aprendemos a acompañarnos, a ser conscientes de nosotros mismos, a comunicarnos con honestidad, a expresar lo que sentimos y a gestionarlo de forma saludable, creamos una base de bienestar psicológico. Además, la educación emocional promueve empatía, autoconocimiento, relaciones más sanas… todo lo que contribuye a ese bienestar individual pero también colectivo.

11. ¿Tienes alguna corriente o enfoque psicológico con el que te identifiques más? ¿Por qué?

Sí, me identifico con la corriente integradora, que engloba trauma, apego, trabajo con partes internas, nuestro cuerpo… es decir, autoconocimiento profundo y completo. Por eso trabajo con modelos como EMDR, Internal Family Systems (IFS) o PARCUVE, porque creo que muchas dificultades provienen de heridas internas, de dinámicas relacionales antiguas, de patrones de apego y trauma. Me gusta ofrecer una terapia personalizada, adaptada a cada persona.

12. ¿Cómo adaptas tus métodos según la edad o el contexto del paciente?

Si la persona es joven, puede que lo que necesite primero sea un espacio más exploratorio, educativo, de acompañamiento en procesos de autoconocimiento, desarrollo emocional, construcción de identidad. Si es adulto con historias más profundas o traumas, heridas de apego y patrones antiguos, puede requerir un enfoque más cuidadoso, integrativo, en el que combine herramientas de regulación emocional, exploración de partes internas, trabajo de ese trauma. Siempre desde el respeto y al ritmo de cada uno. El contexto también importa: según las experiencias previas, los recursos emocionales, el tipo de dificultades o incluso la cultura o creencias de la persona, adapto el enfoque, las técnicas y la frecuencia. Lo importante para mí es que la terapia sea un espacio seguro, flexible, cálido y humano. Que el paciente se sienta respetado, escuchado y acompañado. Y que nuestro ‘plan de trabajo’ evolucione con él o ella, y si detectamos que lo que proponíamos ya no encaja, revisamos, modificamos. En definitiva: adaptar la psicoterapia a la singularidad de quien la recibe.

13. ¿Podrías compartir alguna experiencia profesional que te haya marcado positivamente?

He acompañado a personas que han vivido historias muy duras, con heridas profundas, creencias negativas muy arraigadas, patrones de vida construidos desde el dolor o el miedo... Personas con resistencias fuertes, con desconfianza, temor a abrirse, con mucho pudor o desprotección emocional. Y en algunos casos después de varias sesiones, con paciencia, respeto y constancia, he visto cómo poco a poco van rompiendo esos muros: empiezan a cuestionar lo que creían inamovible, a poner en duda sus esquemas viejos, a permitirse sentir, a mirar su interior con curiosidad y no con juicio.

Ver esa transformación y ese atisbo de liberación interna me emociona. Es bonito, reconfortante, y me confirma que ese acompañamiento tiene un sentido real. Saber que, con delicadeza y contención, puedes ayudar a alguien a empezar a soltar, a mirar distinto, a creer en la posibilidad de un cambio… Para mí, eso vale muchísimo. Esa vivencia me marca como profesional pero también como persona.

14. ¿Qué opinas del auge de la terapia online? ¿Crees que puede ser igual de efectiva que la presencial?

Creo que la terapia online es una herramienta muy valiosa: ofrece accesibilidad, flexibilidad y comodidad para personas con dificultades para desplazarse, horarios complicados o que viven. En muchos casos, cuando hay buena conexión, confianza terapéutica y continuidad, puede ser tan eficaz como la presencial.

Sin embarg,o y esto lo he podido observar en mi práctica, también tiene sus limitaciones, especialmente cuando intervienen problemáticas más complejas. Por ejemplo, con pacientes con dificultades de atención, con trauma profundo, con problemas de vínculo, de confianza, con inestabilidad emocional o ideación suicida: la distancia física, la falta de presencia real, pueden complicar la contención emocional necesaria. En esos casos, la modalidad presencial puede ofrecer un soporte terapéutico más seguro: la posibilidad de leer lenguaje no verbal, de ofrecer un espacio neutro y seguro, y de intervenir de forma más directa si fuese necesario.

También hay aspectos técnicos y prácticos para tener en cuenta: la efectividad de la terapia online depende de una buena conexión a internet, de un espacio privado donde poder abrirse sin interrupciones y de que el paciente se sienta cómodo con el formato.

15. ¿Qué consejo le darías a alguien que está considerando empezar un proceso terapéutico pero todavía duda?

Le diría que dar ese paso requiere valentía y que, reconocer que quizá necesita ayuda, acompañamiento o un espacio seguro para explorar su mundo interno es un acto de responsabilidad. La terapia no es una señal de debilidad, sino una vía hacia el autoconocimiento, la gestión emocional y el crecimiento personal. Tampoco tiene por qué ser algo permanente ni dramático: puede convertirse en un espacio de reflexión, apoyo, descubrimiento y acompañamiento.

Le animaría a buscar a un/a profesional con quien se sienta en confianza, que respete su ritmo y le ofrezca un entorno seguro, sin juicios. Le recordaría que la terapia es un proceso personal, a veces lento y con altibajos, pero que con el tiempo puede dar frutos profundos. Y que permitirse iniciar ese camino es, en el fondo, un regalo: la oportunidad de conocerse mejor, sanar y desarrollarse.

2 comentarios:

  1. Es una maravillosa Psicóloga

    ResponderEliminar
  2. Una entrevista genial. Coincido totalmente con Rebeca, hay que dar un paso adelante y dejarse acompañar para conocer herramientas que nos ayuden emocionalmente a nivel individual y colectivo.

    ResponderEliminar