Clara Campoamor

Nació en Madrid en 1888. Fue una abogada, jurista y diputada española, pionera de la militancia feminista. Estudió derecho y se licenció en la Universidad de Madrid en 1924. Obtuvo un escaño de diputada por Madrid en la Segunda República. Formó parte de la Comisión constitucional, destacando en la discusión que condujo a aprobar el artículo 36, que reconocía por vez primera el derecho de voto a las mujeres.

No tuvo una vida fácil: quedó huérfana de padre siendo niña. Desde joven ayudó a su madre a sostener las cargas económicas familiares y desempeñó varios oficios antes de abrirse paso en el mundo laboral como funcionaria. En sus distintos trabajos de funcionaria, conoció a muchas mujeres pioneras como ella y en 1916 comenzó a asistir al Ateneo con regularidad.

En 1922, se juntó con mujeres progresistas de la Sociedad Española de Abolicionismo. La finalidad de la asociación era conseguir “una legislación moderna en todo lo relativo a los problemas sexuales y al delito sanitario.” Con algunas de las fundadoras intervino en diversos actos de propaganda en entidades radicales. En marzo de 1923 dimitió. En dicho año tradujo del francés para la editorial Calpe, Le roman de la momie (La novela de una momia) de Téophile Gautier.

Reinició sus estudios y obtuvo el título de bachiller en 1923. A sus 35 años, comenzó a entrar en el mundo universitario a través de sus estudios de derecho y de las conferencias que impartía.

Entre ellas cabe destacar la que pronunció en la Universidad Central de Madrid, en mayo de 1923, titulada “La mujer y su nuevo ambiente”. Poco antes de licenciarse, el 31 de octubre de 1924, se incorporó a la Academia de Jurisprudencia, en donde desarrolló una gran actividad. Finalmente, el 19 de diciembre de 1924, Campoamor se licenció en derecho por la Universidad Central de Madrid. A partir de esa fecha su trayectoria intelectual se despliega en lo que serán sus dos grandes pasiones: la política y el derecho.

Participó en la organización del XII Congreso de la International Federation of University Women previsto para septiembre de 1928. La celebración de dicho congreso duplicó su trabajo, ya que en esa fecha presidía la Juventud Universitaria Femenina, sección española de la Federación Internacional. En 1929, fue Premio Extraordinario de Derecho Civil de la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Madrid.

De otro lado, su afán combativo y a la par europeísta la empujaron a fundar, junto a un grupo de abogadas, la Federación Internacional de Mujeres de Carreras Jurídicas, nacida en París en 1929. El germen de dicha asociación había surgido un año antes, con ocasión de un viaje profesional de Campoamor a París en 1928. El contacto con abogadas de diversos países, las charlas y reuniones, alentaron el nacimiento de la Federación fundada por las abogadas Marcelle Kraemer Bach y Agatha Divrande Thevenin (Francia), Margaret Brendt (Alemania), Poska Gruntal (Rusia) y la propia Clara Campoamor. Muy pronto se unieron a la organización un gran número de abogadas de todo el mundo, entre ellas la abogada suiza Antoinette Quinche, con quien la jurista comenzó a anudar lazos profesionales que se prolongaron hasta el final de sus días.

A principios de 1930 participó en la fundación de la Liga Femenina Española por la Paz, tras un congreso de asociaciones pro Sociedad de Naciones, en el que la Liga quedó integrada. Formaban parte del comité ejecutivo un grupo de mujeres pacifistas, la mayoría de ellas socias del Lyceum Club Femenino; es probable que entre las socias fundadoras del Lyceum Club, “primera organización española cultural y laica exclusivamente integrada por mujeres”, cuya primera sede fue inaugurada oficialmente en Madrid el 4 de noviembre de 1926, figura el nombre de Campoamor. En 1931 intervino en la Sociedad de Naciones, a través de la Liga y de la Asociación Femenina Universitaria, integrada en la International Federation of University Women. También intervino como delegada del Gobierno en 1933. Siguiendo esta línea de actuación, impartió una conferencia de carácter pacifista en el Círculo Republicano de la calle Puertaferrisa de Barcelona, organizada por la Liga Femenina por la Paz y la Libertad.

Ya en agosto de 1925, había prologado el ensayo Feminismo socialista de la periodista y feminista María Cambrils, dedicado a Pablo Iglesias. También alrededor de esas fechas entró en contacto con los medios políticos azañistas; militó en el grupo de Acción Republicana e incluso llegó a ser elegida en 1931 miembro del Consejo Nacional. Finalmente, defendería en las Cortes los derechos de la mujer desde las filas del republicanismo histórico.

Tras las elecciones generales del 28 de junio de 1931, dos diputadas, elegidas por la circunscripción provincial de Madrid, ocuparon su escaño: Victoria Kent había sido elegida por el partido Radical Socialista; Clara Campoamor, por el partido Radical. Las dos diputadas tenían muy claro su objetivo: la defensa de los derechos de la mujer, pero no pensaban de igual modo respecto al voto. V. Kent, y meses después Margarita Nelken, perteneciente al partido Socialista, quién obtuvo su acta de diputada por Badajoz en las elecciones parciales del 4 de octubre, defendían el aplazamiento del voto femenino, no su negación.

Se vio obligada a defender en solitario el derecho al voto de la mujer. El 1 de octubre de 1931 el Parlamento aprobó por 40 votos de diferencia (161 votos a favor, frente a 121 en contra), el derecho al voto de la mujer; se había obtenido el sufragio universal. El resultado se puso en jaque dos meses más tarde. Frente a este nuevo embate, Campoamor se erigió ahora en defensora de la Constitución y del artículo aprobado que había regulado ya los derechos electorales de uno y otro sexo. Todo ello condujo a realizar una segunda y definitiva votación el 1 de diciembre; por sólo cuatro votos de diferencia (127 votos a favor, frente a 131 en contra), el sufragio femenino se hizo nueva y definitiva realidad.

Sin embargo, a pesar de la admiración que suscitó, se convirtió en blanco de la mofa o del encono de sus correligionarios y el voto de la mujer en el chivo expiatorio de la llegada de la derecha al poder en las elecciones de noviembre de 1933. No por ello aminoró su trabajo parlamentario y mientras fue diputada desplegó una intensa actividad jurídica. Cuando se legisló el divorcio en 1932, se encargó de la separación de Josefina Blanco, esposa de Valle Inclán, y de Concha Espina, esposa de Ramón de la Serna y Cueto. Durante este periodo, parece plausible su adscripción a la masonería, en concreto, a la logia de mujeres Reivindicación de Madrid.

En las elecciones de 1933, Campoamor no vio renovado su escaño, tampoco Victoria Kent. Sí lo obtuvo Margarita Nelken, que renovó escaño por Badajoz. Después de formar gobierno en diciembre de 1933, Alejandro Lerroux ofreció a Campoamor una Dirección General. La jurista ocupó el cargo de directora general de Beneficencia y Asistencia Social desde finales de diciembre de dicho año hasta octubre de 1934, es decir durante el periodo en que gobernó únicamente el partido Radical sin la presencia de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA). La tragedia de la represión asturiana colmó su decepción del partido Radical. El 23 de febrero de 1935, Campoamor dirigió una carta a Lerroux en la que le comunicaba su desacuerdo con la política realizada y su firme decisión de abandonar el partido. En julio de 1935, pidió su ingreso en Izquierda Republicana, petición que le fue denegada; meses más tarde se le negó también su solicitud de acta para inscribirse en el Frente Popular representando a Unión Republicana Femenina, agrupación que había surgido en torno suyo entre octubre y diciembre de 1931, a fin de crear un ambiente favorable al voto de la mujer. Ante la imposibilidad de obtener una candidatura en las que serían las últimas elecciones de la República, Campoamor abandonó Madrid. En Londres conoció el triunfo del Frente Popular.

Desde el exilio trabajó en diferentes colaboraciones con otros exiliados o con mujeres de otros países, primero desde Argentina y luego desde Suiza. Clara falleció en Lausanne en 1972 y dejó escritos libros como “El derecho femenino en España”, “La situación jurídica de la mujer española” y “Mi pecado mortal. El voto femenino y yo”.

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