En el post de hoy os venimos a hablar de los peregrinos de las trincheras, una de las facciones del wargamming, Trench Crusade. ¡Comencemos!
Mientras la guerra se libra contra los secuaces del infierno, extrañas visiones atormentan a los fieles de todo el mundo. A los hombres y mujeres tocados por el cielo se les conceden revelaciones, mientras que nuevos mensajes son proclamados por los mensajeros de Dios. Las hermanas de las sagradas órdenes despiertan marcadas por estigmas y toman tanto la espada como la cruz, siguiendo las instrucciones de los ángeles. Aquellos que han transgredido contra Dios buscan expiar sus pecados mediante el autosacrificio, llevándose consigo al más allá a tantos seguidores como les sea posible.
Así, llegan los dementes y los mutilados, tanto los tocados por Dios como los culpables, todos reunidos alrededor de profetas y profetisas, formando procesiones de peregrinos. Estos desorganizados grupos se arman y siguen a los profetas del Señor hasta el frente, luchando con un celo inigualable, lanzándose contra los herejes con todo lo que encuentran, desde mosquetes antiguos hasta mayales y cócteles molotov.
Aunque los peregrinos no están oficialmente autorizados por la Santa Sede de Nueva Antioquía, la Iglesia bendice las cruzadas nacidas de la iniciativa de los fieles. Así, las procesiones de peregrinos son una visión común en los campos de batalla, cruzando a menudo la tierra de nadie en ataques suicidas contra los herejes, guiados por las visiones de sus profetas y profetisas. Estos, impulsados por su fe y, a veces, por los latigazos de los castigadores, recuerdan a la tropa su debido temor de Dios.
La mayoría de los peregrinos son hombres y mujeres con poco entrenamiento militar, pero al ponerse el capirote de hierro de un veterano de trinchera, pueden enfrentarse incluso a un demonio de las profundidades del infierno. La muerte tampoco es necesariamente el final de su misión: a veces, el Séptimo Meta-Cristo considera digno a un peregrino caído y lo trae de regreso como un mártir penitente, guerrero a medio camino entre el cielo y la tierra, capaz de luchar una vez más y sin sentir dolor ante la estocada de una bayoneta.
Más infrecuentes y peligrosas son las hermanas estigmáticas, quienes manifiestan heridas que coinciden con las del Tercer Meta-Cristo a quien veneran. Sobresalen en combate cuerpo a cuerpo, ya que cada herida sangrante las hace más fuertes, no más débiles. Su devoción al sufrimiento, como lo hizo su Señor, les otorga una fuerza y resistencia que no se encuentran entre los mortales comunes. Armadas con espadas y pistolas, cruzan la tierra de nadie sin prestar atención a ningún peligro, rogando por sufrir heridas por el Redentor para que estas las transformen en la venganza encarnada del Señor.
Delante de los peregrinos de trinchera se conducen a los prisioneros eclesiásticos, ya sean enemigos capturados o pecadores voluntarios, cada uno atado a un explosivo de alto rango que detona al alcanzar las líneas enemigas. Corren a través de los campos de exterminio, con la esperanza de sobrevivir a la explosión y escapar, o llevar consigo a tantos seguidores de Lucifer como puedan, si lo permiten sus propias convicciones.
Las procesiones más poderosas de peregrinos están acompañadas por un santuario nacoreta, un gigante de metal de unos tres metros y medio de altura, un altar viviente de guerra casi completamente inmune a cualquier daño. El interior del santuario está cubierto de púas y ganchos afilados para que el monje piloto permanezca en un constante estado de tormento, regocijándose en su dolor para sufrir como lo hizo su Señor. En combate, empuñan ruedas de Catalina adamantinas de enormes proporciones, que utilizan para aplastar a pecadores y herejes hasta convertirlos en pulpa, colocándolos en la rueda como advertencia para los demás.
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